miércoles, marzo 26, 2008

Las etapas de la vida

Los días y años avanzan con lentitud y precisión a través de la jauría de la ingrata vida. Nuestros cuerpos se dilatan, se contraen y se desparraman con fluidez.

Estabamos cómodos y confortables en el seno uterino cuando el perro mundo llamó a las puertas como un ladrón, nos apresó de la cabeza (con suerte) y a golpes nos hizo respirar un oxígeno que acabará por matarnos.

La época infantil de parasitismo tiene la gran característica de la falta de recuerdos. Todavía eres una ameba que come, excreta y dormita cuando le viene en gana, y tus peticiones suelen ser atendidas bajo pena de sordera. Pero lo bueno siempre dura poco, socio. La evolución nos oxida los huesos conseguiendo la movilidad, y lo que es peor, el habla.

Y comienza el carrusel de la pirueta, el coscorrón y las monerías: "Ay, qué niño más salao!" Tras esto, el pequeño demonio comienza a gorgotear barruntando monosílabos para orgullo de sus progenitores: el nene avezado en el corta/pega como buen listillo que se precie, tras oír repetida la retahíla papa-mama-tata-pan, tensa la laringe y se expresa al fin con contundencia.

A partir de este instante, la caja de Pandora de la entelequia revienta y el bambino es capaz de absorber cualquier conocimiento o gilipollez de forma rápida y casi definitiva. Son años peculiares para la lírica, puesto que de ellos depende en un alto porcentaje que se transforme en alguien con norte, en un magnífico cabrón o hasta en un acongojado perpetuo.

La madreselva de la formación interior muere años después, cuando las hormonas se ponen en flor. A diferencia de las etapas previas que suelen ser temporalmente coincidentes a casi todo individuo, la novedad de la atracción sexual a menudo se alarga. Es curioso y observable el abandono progresivo del conjunto estándar que te ha preparado mami, en deferencia de ropas más elaboradas y conjuntadas, aunque eso sí, a la rabiosa moda del subgrupo del especimen, que por algo es su época rebelde.

Estos desajustes provocan situaciones tales como poder contemplar en una misma escena imberbes querubines, acnés protuberantes y pelanas nunca afeitadas, conviviendo en un batido hormonal con tablas de planchar, novias efímeras del repetidor de turno y demás fauna interurbana.

El nene tiene pelos, huele mal con facilidad y además debe afrontar la que será su faz durante mucho tiempo.

Moraleja: si de crío eres feo, de adolescente serás un tormento.